Nuestro bebé es un mamífero, por tanto, necesita la presencia de un cuidador para sobrevivir a lo largo de las 24 horas del día. Criar a un bebé, no es algo solo diurno, por tanto atender las necesidades de nuestro bebé durante el sueño, acompañar en los despertares nocturnos, es algo MUY importante para lograr una crianza RESPETUOSA y establecer un APEGO SEGURO.
¿Qué es el sueño?
El sueño es un proceso evolutivo, es un proceso que se inicia ya en la barriga de mamá, el sueño, como otras funciones humanas, por ejemplo andar, se desarrolla conforme el individuo crece, un bebé no dormirá igual que un niño, al igual que este tampoco lo hará igual que un adulto. Por tanto, los despertares nocturnos, son algo que entra dentro de lo habitual en un recién nacido.
El sueño se divide en dos fases diferenciadas: sueño NREM (ondas lentas) y sueño REM ( de movimientos oculares rápidos), estos ciclos se alternan, durando en el recién nacido unos 40 minutos y estos se van alargando hasta llegar a unos 90 minutos en el adulto. Durante el sueño se producen algunas secreciones hormonales importantes como pueden ser: hormona del crecimiento, melatonina.
¿Como evoluciona el sueño el primer año de vida de nuestro bebé?
De uno a tres meses a vida:
- El bebé desde que es un feto ya sabe dormir. En este momento lo hace entre unas 14-20 horas diarias.
- El sueño es bifásico, es decir solo tiene dos fases, siendo estas de una duración aproximadamente de una hora. Esto tiene su sentido, ya que ayuda a que el bebé sea alimentado de forma frecuente, evitando por ejemplo bajadas de azúcar y así ayudando además a la producción de leche.
- En esta etapa no reconocen el día y la noche.
- El sueño del bebé se reparte a lo largo del día, así asegura su alimento, la presencia de su cuidador y esta en continua interacción con su entorno.
- Prevalece la fase REM, a diferencia del adulto, en esta fase se integra el APRENDIZAJE.
- El bebé se duerme en sueño activo, esto significa que movimientos, gestos e incluso emisión de sonidos al iniciar el sueño están dentro de la normalidad.
- El tiempo de vigilia durante la noche esta en torno a un 6% del total de sueño.
De cuatro a siete meses:
- Ya pueden diferenciar entre el día y la noche, el bebé duerme más en la noche y hace un par de siestas durante el día.
- Los despertares son MUY frecuentes, han adquirido un nuevo patrón de sueño, ahora toca «ensayar», tiene adquiridas casi todas las fases del sueño adulto, pero necesita práctica.
De los 8 meses al año:
- Aparece la angustia de separación, que también se refleja en el sueño, el niño ve en el sueño una separación de mamá o papá, intentando retrasarlo
- El bebé comienza a tener más autonomía, gran desarrollo motor que puede provocar ansiedad, que puede afectar al sueño, provocando pesadillas por ejemplo.
En nuestra cultura, la cultura occidental, las expectativas como padres en cuanto al sueño son el resultado de una ideología social que no tiene nada que ver con la naturaleza de nuestro bebé como mamífero, para ella, un bebé que duerme bien, es aquel que lo hace toda la noche del tirón y por supuesto solo, sin reclamar a mamá o a papá y si no lo hacen, si no se autoconsuelan, si no logran dormir sin sus cuidadores, son diagnosticados de ciertas patologías, como por ejemplo insomnio infantil, por tanto vemos problemas NO reales, cuyo abordaje puede ser muy peligroso para el bebé, para la familia.
Por que no aplicar métodos conductuales en el sueño:
Ciertos métodos van contra la naturaleza, provocando con ellos, repercusiones importantes en madre y bebé:
- Repercusiones en la fisiología de nuestro hijo: aumentando su nivel de estrés, un bebé es muy inmaduro y necesita a mamá para su consuelo, si está no está, para el, supone una amenaza para su supervivencia, generando problemas en un futuro como: problemas de regulación emocional, ansiedad, depresión postraumático, hiperactividad.
- Alteración vínculo mamá-bebé: si no respondemos a las señales que nos manda nuestro bebé, el puede entender que mamá y papá no son una base segura, le estamos privando de confianza y seguridad que necesitan en ese momento para su consuelo. Con estos métodos no se tiene en cuenta la importancia de la presencia de mamá para dormir.
Por tanto los despertares nocturnos durante el primer año de vida, es algo habitual y lo esperable en un bebé con un desarrollo normal.